jueves, 23 de noviembre de 2006

Por la noche

Como cada noche el frío letal del invierno y la soledad avanzan por la penumbra y me hacen ver esa ventana con una luz y una sombra que a veces la atraviesa, ahora, hay una planta que se ve desde la calle, antes no estaba, antes estaba vacío, con un frío que penetraba el aire, que se transformaba en la oscura daga del silencio, en un caos silente que oculta una Venus sin valva... Cada noche paso debajo de ese balcón y la luz está encendida, y ahora hay una planta, y a veces pasa esa sombra silenciosa, pero no asoma su tez, prefiere permanecer anónima bajo su luz y con su planta, a veces quiero entrar y no me atrevo a cruzar el umbral de ese misterio, una vez pude hacer sonar el timbre, pero antes de recibir respuesta alguna corrí a escudarme en mi silencio, en mi sufrimiento, pues sólo yo sé qué ocurre en esa habitación, con esa sombra y esa triste planta... Antes, mucho antes del antes antes mencionado, hace años, en esa habitación no había plantas, pero si había sombras, más de una, dos, dos sombras enamoradas que danzaban bajo la misma luz que hoy se enciende entre las ocho y las nueve y media, por la noche.
Aquellas sombras bajo esta luz se amaban, se fundían y se convertían en una sola sombra, y la luz permanecía encendida durante toda la noche, durante todo el día, durante todo el tiempo que duraba el amor, durante todo el tiempo, hasta que estas dos sombras, o esta única sombra se dividía, y uno partía dejando al otro en la soledad de la habitación, pero no estaba solo él, ni estaba sola ella, cuando solos se quedaban allí, estaba viva la esperanza de encontrarse horas más tarde y volver a ser uno, o dos, o uno compuesto por dos... En aquellos tiempos la vida del mundo que los rodeaba era efímera, sólo existía para estas dos sombras el uno, y el otro, no existía el día ni la noche, era solamente una luz, la de la lámpara que colgaba del techo; y el tiempo, que en las ardientes agujas de un viejo reloj, marcaba la hora en la pared, parecía no pasar, o parecía estar pasando, pero lento, muy lento, como una abstracción, eso eran ellos, una abstracción de mundos, una paradoja casi increíble, el momento en que el pensamiento se anula, se confunde, y sólo se vive para pensar en una sola cosa, en la otra sombra que danzaba aferrada a la propia, bajo la luz y sin la planta que hoy asoma sus hojas entre las ocho y las nueve y media, por la noche...
Como todas las historias de amor, o de pasión, llegan a su fin, esta historia de antes, mucho antes, también llegó a un final, porque aquellas dos sombras enamoradas, aquellos dos ángeles terrenales, pensaron, volvieron del éxtasis, y se perdieron en el mismo momento en que sus pies y sus mentes hicieron tierra y bajaron a este mundo, y dieron vuelta sus caras para ver lo que los rodeaba, y se dieron cuenta de que su mundo era esa habitación, esa luz, ese reloj detenido en el aire, pues allí no se hablaba de dinero, de lujos, de lujuria, ni de odios, sólo se hablaba de amor, ni siquiera hablaban de pasión porque los invadía el temor de la fugacidad de esa palabra. Pero un día en esta tierra en que vivimos los hombres, hablaron de algo terrible, efímero, vano, y descubrieron que no pertenecían al mismo mundo y la sombra ella le dijo a la sombra él que podía ayudarlo a cambiar de mundo y a internarse en el de ella, así como lo hacían bajo aquella luz, pero la sombra él dijo no, no, no, no quería cambiar su mundo, quería compartir ese mundo con ella, quería que las diferencias se hicieran pareceres, quería amar más allá de los tiempos, quería estar por siempre a su lado, como es, o debería ser, y ambos prometieron, hicieron dos promesas: la una fue que jamás se iban a separar, y la otra fue en caso de que la primera no funcionara o no se cumpliera, pero esa, me la guardo para mí...
El paso del tiempo se hizo terrible, pero el amor y las promesas seguían intactos, bajo esa luz, frente al reloj. Luego, jamás volvieron a prometer, pues ambas sombras sabían el valor de una promesa cuando se hace por amor, y la primera los mantuvo juntos mucho tiempo, y la segunda jamás tendrían que cumplirla. Pero no todo es tan fácil en la vida, no todo puede ser como uno quiere, no todas las promesas se cumplen, y la sombra él, no cumplió la primera, y un día, luego de una terrible noche de dolor, de gritos, de sufrimientos, de “no te vayas”, de “no podría”, de “adiós”, de adiós al amor, de adiós a la luz, de adiós al reloj, de adiós a la sombra ella, abandonó furtivamente la habitación prometiendo no volver más allí, pero no era del todo malo, y es a él a quien me refiero, porque para cortar el sufrimiento que crecía en la penumbra de esa luz gastada, prefirió abandonar el nido, como las golondrinas lo abandonan al llegar el invierno, porque todo comienza a helarse, allí, en esa habitación el amor se estaba helando, y esa sombra doliente que abandonó un día a la sombra que más amaba volvió a prometer, le prometió a Dios que no volvería, a menos que su amor fuera verdadero, a menos que pudiera volver a fundirse con su amada en una fugaz sombra enamorada por toda la eternidad...
La sombra ella, por todos los medios intentó que regresara, pero él desapareció, en un principio, del universo, no existió teléfono al que llamar, dirección a la que arribar, no existió mundo en donde encontrarlo, y ella sufrió, y sufrió, y cayó en la gran depresión del recuerdo de aquel amor que soñaba ser eterno y jamás morir, como murió... Pero ahora la sombra él regresó, no a la habitación, con la luz, la sombra, el reloj y la planta, regresó a la ciudad, y la sombra ella, ahora más sombra que nunca, sabe que él está aquí, y que siempre entre las ocho y las nueve y media, por la noche, pasa bajo el balcón donde aún habita ella, y cada noche, en el largo y frío trayecto hacia su hogar, él gira su frente a ese balcón y ve la luz, y veo la planta, y veo la sombra algunas veces, paseándose, danzando sola frente al reloj que aún no puedo ver, y cada noche intento entrar en ese lugar, es sólo un instante, es atravesar la primera puerta, ya lo hice, es subir las frías escaleras, ya lo hice, es abrir la puerta y ver sus ojos, no lo puedo hacer, y luego despierto, y luego sueño en esa condición, y sé que está ahí, bajo la luz, sola, sin mi, sin su amada sombra, sin mi corazón que le brinde calor, pero con sus pesares, que no son los míos, con sus desvelo, con su amor desvanecido entre las sombras, entre las ocho y las nueve y media, por la noche, hora en que me fui y la dejé con su propia sombra y su soledad...
Así podría yo pasar la vida sin que importe, sufriendo pero habituado, y este podría ser el fin de la triste historia y nada más, la historia de dos sombras que un día se amaron, pero hoy, esta sombra ha salido a buscar otra luz, otros ojos, otra sombra a quien aferrarse, con quien fundirse, a quien amar, pero fue inútil, pues no olvida a aquella sombra ella... Esta luz me estaba castigando, pero sólo hasta el día en que atravesé la puerta, subí las escaleras, abrí la terrible puerta de la habitación y me encontré con la oscuridad, y no con mi sombra, ni con la de ella, faltaba un minuto para las ocho, por la noche, pude imaginar nuevamente, como mil veces antes, aquel lugar, permanecí sentado abrazando mis piernas en un rincón, temeroso de no encontrar a nadie, temeroso de no saber que hacer, ni que decir, y no supe, pues allí estaba el reloj marcando las ocho, por la noche, y allí estaba la luz, la misma luz, la misma lámpara colgando del techo, y allí, ahora, había una planta cerca de la ventana, y estaba ella, como flotando en el aire bajo la lámpara que acababa de encender, miró el reloj y dijo: “ es la hora, mi sombra amada pasará por la calle, levantará la mirada, y luego se desvanecerá en el aire, como aquel día a las ocho”, después comenzó a danzar bajo la luz, comenzó a llorar bajo la luz, y yo comencé a desvanecerme, comencé a morir en llanto, comencé a sufrir lo que ella sufría y a juntar las lágrimas que ella dejaba que golpearan el piso con estruendo, con un sonido que pretendía enloquecerme, y ya no sabía si eran mis lágrimas o las suyas, si yo sufría o si era ella, ya no sabía quién era en esta historia, intenté mantener la cordura, pero el dolor era ruidoso y caótico, como la noche en que partí, mi corazón se estremecía y ella lloraba aún más, luego de unos instantes, el dolor se detuvo, y ella también, allí estaba yo, en un rincón, y en el centro la sombra que durante días había percibido por una ventana desde lejos, allí estaba vestida de blanco, era la más blanca de las sombras, era el amor que abandoné un día sin arrepentimientos, pero con dolor, luego, miró hacia la ventana, se acercó a la planta, la tomó entre sus brazos diciendo:
“esto, amor, es para que sepas que aún hay vida en este lugar”, dejó la planta en el balcón y entonces, en el verde oscuro de sus hojas vi. un contraste rojo sangre, y luego vi un gota que caía sobre la misma hoja, en el mismo punto exacto, y otra más, y otra más, y otra, y comprendí que emanaban de sus manos, de su interior, de su cuerpo flagelado, esas terribles gotas contrastaban con el blanco de sus ropas y ennegrecían la pureza de la planta, de la ropa, de sus manos, de su alma, entonces comprendí que yo cobardemente quebré las dos promesas, la una, y la otra, y ella las cumplió al pié de la letra, y moría frente a mí, frente a mi corazón ausente, y yo nada podía hacer para salvarla, no podía ni siquiera tomarla entre mis brazos, porque como bien he dicho antes, ella es una sombra, una sombra en una fría habitación, bajo una luz, con una planta que desangra su dolor, siempre, entre las ocho y las nueve y media, por la noche...

El Ruiseñor

En una tarde asoleada y bella, frente a un acaudalado río de sueños y pensamientos que vertía en la tierra sus fauces lloronas y misteriosas, se encontraba un poeta, uno de esos magníficos cantores de la vida, un poeta bello en su rima y suave en su corazón. En medio de una hierba verde y pura que le azotaba casi violentamente los pies trataba de componer la rima a su amada, a esa musa que el sol intentaba palidecer, las sombras trataban de ocultar, y los pájaros cantaban por su humanidad. Él como siempre se preguntaba: ¿Acaso es ella la que me ama? ¿Acaso la justa verdad es enemiga del destino?, y repetía sus rimas sin poder hacerlas rimar, sin convicción en sus letras, ni en sus versos. Cuando caía la noche en éste lugar a un costado del paraíso, a un lado del edén de la discordia, él soñaba y volaba con los pájaros alegres, los ruiseñores de su pensamiento flotaban en las aguas cristalinas del cielo, pintando con sus alas, invisibles al volar, las bellas y esplendorosas nubes, los hogares de los ángeles, esos alados mensajeros del Señor, y el Señor, allí en lo alto lo observaba y adoraba esos pinceles pensativos que su cielo adornaban, y lo amaba, no sólo por sus pensamientos, no sólo por ser hijo del cielo, sino que adoraba su soledad, esa que moraba dentro de él, pues al mundo sólo daba belleza, poesía, y armonía celestial.
El poeta en sus tardes asoleadas y en sus noches desdichadas pintaba un cielo, pintaba cielos, pintaba eternos pensamientos, con un fondo azul y negro, pues su suave corazón anhelaba un destierro, un cambio hacia lo eterno, y pintaba en todo el éter con pinceles de oro y tiempo, con los brazos de un futuro y los sueños de ese cielo. El señor asombrado miraba con recelo al poeta y llenaba su etéreo corazón de una culpa de otro tiempo, pues el dios a su lado en su cielo, entre ángeles y santos, entre nubes y misterios, contenía lo más bello, lo más puro de su tiempo, el amor de ese poeta que en el río suspiraba, lo tenía el Dios del cielo, y entre arpas, coros, tiempos tenía al ángel de los sueños, ángel que los ruiseñores no podrían dibujar, pues belleza tan profunda hace a los dioses amar.
Una tarde, o una noche, en medio de ese edén, el poeta alzó sus ojos y en el cielo vió un destello, pues sintió en ese momento unos ojos en su cuerpo, era el dios su único dueño, que bajaba de su cetro y con piel de ruiseñor dibujó de un cuerpo un cuerpo, tomó el agua cristalina del río de los pensamientos, para hacer un cuerpo hermoso que luego modeló el viento, del poeta un sentimiento, de la tierra un corazón, de los árboles el tiempo y del hombre la razón, los cabellos oro negro, rojo fuego la pasión, una luna fue su verso y su alma un ruiseñor.

El caminante

Pérfida es la lágrima que se desliza vertiginosamente sobre la mejilla de aquel caminante de los caminos del viento, dura es, como un roble que no puede atravesar ni el tiempo ni el destino, fría y cálida a la vez, cubierta de desdenes misteriosos donde moran con una impertinencia fugaz los recuerdos.
Lágrimas que abren los caminos a ese edén pocas veces imaginado han querido igualar a ésta lágrima de lágrimas, que en un río de dolores se sumerge, perdida en mil historias de caminantes y caminadores.
Si pudiera ver el mundo aquella lágrima, así como lo ven los ojos que la expulsan, lloraría lágrimas aún más negras que la noche más oscura, y en los desdenes que la causan moraría una leve brisa, signo de una impetuosa caída a los suelos, su destino.
Lágrima de ojos que hoy respiran, dile a la tierra con respeto y sin vergüenza, que un cuerpo está al llegar, y que no hay en éste mundo un lugar tan trágico como los ojos que habitaste, y que no quedan lágrimas en esas cristalinas simientes, y que el día se ha cubierto, parodiando a la niebla entre los bosques, de una penúmbrica luz que alimenta los pesares y sonríe ante la muerte.
¿Ha de ser tan trágica la muerte si en los ojos ya no hay lágrimas?
No lo sé, sólo ese caminante del camino del descuido puede ser el que nos diga cuán terrible es ésta vida, cuán terrible es el dolor, y cuán solo se encuentra por las calles de la muerte, tanto como para no encontrar salidas, y en su vuelo hacia los mares de eternos pensamientos sueña cielos, sueña viento, y se cubre en un momento de recuerdos de otro tiempo.
Así ha sido su caída, como la de una lágrima perdida, y los metros fueron siglos, los pensamientos eternidades, las lágrimas ojos secos y el dolor... Bueno, ¿Y el dolor? ¿Qué podría decir de él? El dolor sólo un momento, y en segundos que en fracciones se describen, sólo él puede decir que entre todo éste aquelarre de ilusiones contra el tiempo, sintió el beso de la brisa y el sabor de un total arrepentimiento, que sólo le susurró el viento, que tan solo fue un instante, un momento, un momento caminante, no estás solo en tu momento, tantos seres han cruzado ese túnel, ese infierno, tantos otros tienen miedo, tantos otros hay que esperan para sentir tu arrepentimiento.

Soñar tus ojos

Parece ser que el frío de éste momento en el que me atrevo a escribir me aleja de vos, y en él se baten a duelo mis ansias y mi soledad, las primeras empujadas por un mágico deseo que nace con el día, y la segunda, y más terrible, se desvela en la noche con la luna que intenta mostrar un camino de penumbras, el cálido resplandor de éste triste astro ilumina esta velada de pesares, tan míos, y confluye en un sendero que se ha convertido en plegaria vana, aquel marco de luz tenue, me lleva a soñar y en los sueños veo un camino, un camino que ambos transitamos, pero que yo sufro, y vago en ese sendero trágico y letal, con retoños de primavera que han fallecido ante el frío invierno, con rosas rojas que han perdido su perfume y su pasión en marchitas ilusiones.
Aún cuando intente burlar al desdeñoso destino de las almas, no puedo encontrar a aquellos amantes que en mis sueños caminan a mis espaldas, esas sombras que comparten paso a paso sus pisadas, que se menean en lo profundo de la noche, en la oscuridad, sombras que son voz y canto, cuerpo y alma, vos y yo... y aún cuando fueran amor oscilan y se balancean en esa horrible línea que todo lo divide... la del silencio.
Cuando caigo en tus ojos abatido, ya sin fuerzas, mi cuerpo entero muere, y escapa al cielo a robarle una estrella al eterno Dios, y a rogarle por tu amor. Pero a veces, en el frío de los días veo esos ojos, esos mismos ojos, y vuelvo a renacer, y veo lágrimas alegres, y gotas secas en los míos, una tierna tristeza, y una veta de alegrías, mis ojos secos ya no saben si mirar, pues hay días en los que en ellos navego, me ahogo en océanos de dudas y a la deriva transito éste amor fatal, al legar al horizonte, allí, donde lo bello es mas bello, y lo sutil se vuelve eterno, caigo al vacío de tus sentimientos, a un mar helado de respuestas, y naufrago ante el muro que rodea tu morada, y nuevamente muero, sin morir, yo muero... entonces mis ojos cierran sus ventanas, la puerta de mis sentimientos, y detiene el cabalgar mi corazón, pues en esos ojos, mil veces, muero.
Dicen que empezando a amar se está comenzando a morir, y así es, pero es una muerte única, es una muerte apetecible, que nos lleva más allá de nosotros mismos y nos transforma en vida, el amor nos hace vulnerables, pero nos hace fuertes, entonces, ¿Qué más resta decir sobre el amor? Nada más, pues amo desde el aire que respiras hasta el suelo que vas pisando, desde el sueño que imaginas hasta tu dolor y tu llanto, amo el tierno pesar de ésta tristeza mía que se oculta, hasta el suspiro que mi cobardía no me deja expresar, y así amo, y quizás más, ¿Pero hasta dónde? No lo sé, quizás cien vidas no bastasen para expresarlo, quizás no haya palabras que esgrimir al viento, quizás no exista nada comparado a este amor, ¿Cómo expresarlo? ¿Podría acaso solamente lanzarlo al viento y que la flecha milagrosa de algún cupido lo arrebate en el firmamento y lo lleve hasta tu corazón?... imposible, ¿Podría yo jurarte mi amor viendo tus ojos quemando mis entrañas?... demasiado arriesgado, ¿podría yo escribirlo en un pétalo de rosa y enviarlo?... no, sería un crimen mutilar la belleza de una rosa para una causa vana, así como se mutilaría quizás tu belleza con la presencia de tu brutalidad, ¿Podría decírselo a los pájaros, a los árboles, a la lluvia, al mundo entero?... no, pues este mundo al que llamamos casa es un aquelarre de mentiras y verdades que se sumen en dolor y nos hacen sentir miedo y nos llevan al silencio, a un ensordecedor lecho de silencio en el que busco el amor a tientas, en el que sueño con tu amor a ciegas, donde sólo resta decir que amo, más allá de los duros arrebatos del destino, a la belleza misma hecha cuerpo, donde solo resta decir esas palabras tan terribles, esas que expresan lo que siento... pues... te amo.

La casa de la razón perdida

Afuera la maquinaria infernal del mundo se agiganta... adentro, aquí, la otra maquinaria, la del pensamiento, transforma lo lógico en locura... afuera debo ser el payaso que oculta su pena tras una sonrisa dibujada... adentro, aquí, soy el payaso culpable de tantas cosas... tres... que sufre sin saber por qué, que se pregunta por qué el afuera debe ser así... afuera mostrar la chapa de idiota, permitir la burla de los demás, callar cuando se sabe, hablar solo tonteras... adentro, aquí, pensar, querer cambiar al mundo, sortear los obstáculos de la ignorancia... afuera las palabras vanas... adentro el profundo abismo del pensamiento... afuera quiero ser feliz y hacer felices a los demás, afuera quiero que ría el mundo, afuera es un sin sentido, afuera es banal, afuera es efímero, afuera todo muere...todo, nada se salva... pero adentro vuelo en el mar... Afuera la luna se opone al sol robándole su luz... adentro el sol abraza a la luna y le hace el amor... afuera llueve ignorancia, miseria, dolor... adentro llueven ideas, locuras, placeres, extremos, soledades... afuera, una soledad acompañada de gente falsa, infiel, irreal... adentro la soledad de verdad... afuera la locura, adentro... yo... afuera el vértigo, el cielo azul... adentro la calma, el cielo verde, rojo, negro, de colores inimaginables... afuera la locura del hombre, afuera no soy libre, afuera no puedo volar, afuera no se permite el amor, afuera no soy yo, por eso repito mil veces, afuera la locura, adentro...yo
Aquí estoy sin imágenes, con la maquinaria infernal de mis pensamientos, quemando ideas, anunciando la llegada del crepúsculo, estoy velando a un Dios, es el fin, el crepúsculo, “Crepúsculo: Fenómeno atmosférico causado por la reflexión de la luz del sol en las capas superiores de la atmósfera” Eso es, estoy en el momento de reflexión, pero no soy un sol, mas bien soy una nube, oscura, terrible, con agua verdaderamente amarga... “Crepúsculo: cantidad temporal, comienzo y fin de algo, comienzo del día y fin de la noche y viceversa”... es la vida y es la muerte, puesto que no debe existir vida sin una muerte previa, así está escrito por Dios, y determinado por el hombre... ¿o es al revés? Determinado por Dios y escrito por el hombre... no, determinado y escrito por y para el hombre... lo determinado llega siempre a su fin y lo escrito perdura, mis determinaciones no son siempre las vuestras y viceversa... bueno, lo cierto es que estamos velando a un Dios, o asistiendo al parto de uno, es el crepúsculo, principio y fin de todo, la purificación de nuestras almas, el morir cada noche en la soledad de una habitación, y nacer cada día hacia la luz del sol... estamos en la habitación crepuscular, en ese estado de semiconciencia que precede y sigue a la perdida absoluta de la conciencia... estoy en un segundo que no es corto ni largo, que tiene 60 centésimas y tiene infinitas horas, que no es tarde ni temprano, que no es alma ni sustancia, que no es blanco ni negro, ni siquiera gris, es el rojo profundo del infinito, es el azul metálico de una daga que surca los aires en busca de un destino, una víctima, es una mano que mueve la daga asesina de la soledad, es una mano que vuelve el arma contra si misma, es el cero y el trillón, es lo ínfimo y lo absoluto, es un todo que se podría describir como la nada, es ese instante único de vida y muerte, sangre y fuego, paz y odio, verdad y falsedad, es nostalgia por un amor que ya no está, pues ya lo he dicho antes, estamos velando a un Dios, o a uno que así se creyó. Tontos, viejos, destruidos papeles que caen de ninguna parte hasta mi cuerpo, que tienen la escritura de otro tiempo y que de nada sirven... “Hacer que el mundo gire en un estúpido eje biológico, es perturbar el cuento de la eternidad, hacer que nadie caiga en lo lógico, es comprar oro en la vulgaridad, hacer que nadie venga a la vida, es destruir un alma de Dios, hacer morir un alma perdida no es misericordia, es convertir el tiempo en dolor” ¡Mierda!... “El más perfecto de los hombres es aquel que carga con todas las imperfecciones” ¡Boludeces!... “La vida es un misterioso valle de ilusiones agradables” ¡Sin sentido!... “La razón es por sobre todas las cosas el alma de nuestra existencia” ¡Irracional!... “El corazón es el instrumento de la inspiración del hombre” ¡Brutal!... “La traición es la peor enfermedad que padecemos” ¡Mentira!... “El odio es el padre natural de todos los males” ¡Más mierda!... “La ternura es la mirada simple de cada niño que sufre” ¡Los grandes también sufren!... “El dolor es una oscura garra que nos atrapa cuando menos lo esperamos” ¡Eso no es el dolor!... “La soledad es una... La soledad es... La soledad...” ¡Es una alegría que culmina en la muerte! Y allí estaremos aún más solos, nadie nos va a salvar de esa soledad por los siglos de los siglos, nadie nos va a amar en esa amarga soledad, silente soledad, sin amor, ni odio, ni vida, ni traición, ni razón, ni corazón, ni alma, ni amor, ni amor... por lo menos me consuela la idea de poder amar más allá de la muerte y quisiera morir para no escuchar más a mi cerebro pidiendo respuestas, sino ser un ente guiado sólo por el corazón, o el alma, o lo que sea que mueve nuestros sentimientos... del corazón a la razón hay grandes diferencias, mi corazón me dice que amo mas que a nada en el mundo, y mi razón me dice que no, mi corazón me dice que aún conservo la vida, y la razón me pide que haga justicia, con estas manos cobardes que jamás se atreverán a darme muerte, mi corazón me pide que no lo olvide y escuche sus latidos, y mi mente grita que devenga sordo ciego y mudo, mi corazón me dice que la amo... y sí, ¿De qué se puede tratar esta historia si no es del amor? Pero mi mente me aúlla el grito del olvido en los oídos y me pide que no haga caso de mis sentimientos... es tan solo una historia de corazones y razones, donde ya no sé que hacer, pues creo haber perdido ambas cosas, tanto al corazón que ya no puede latir, como a la razón que vuela lejos de mí, tan lejos como el sol, tan lejos como esa luz que veo en la penumbra, en la lejanía tan cercana de este lugar, tan solo una luz es lo más concreto que tengo para aferrarme, pero no sé que significa, que será, o que misterio oculta aquella luz que sólo yo y mi mente vemos, allí, lejos, allí, cerca, allí, donde pierdo mis ansias, mi amor, mi cuerpo y alma, allí está esa luz que no sé quién o qué cosa es... podría ser la luz de la calle, o del final, la luz del sol o del amor, ese terrible sentimiento que me castra la existencia y me entrega a la muerte, pues hoy lamentablemente muero, sin morir, yo muero, caigo en este lugar que tiene dejos de infierno terrible y de paraíso terrenal... pocas cosas reconozco, sólo algunos elementos de creación, o mejor dicho, algunos elementos eternos, muy pocas cosas concretas, amigos, o lo que sean, bueno, los voy a llamar “amigos” , aunque no lo sean, aunque ya no me queden amigos a mi alrededor... ¡Amigos! Esos que no puedo ver ni sentir, pero que sé que están... les voy a describir mi prisión, mi infierno, mi crepúsculo, mi purgatorio, eso, quizás sea el purgatorio amargo de mi soledad, o solo mi mente, no sé... Bien, hay poco, vengan, visiten mi casa, mi nueva casa, la casa de la razón perdida, en ella pueden encontrar: Tierra, si, aquí, debajo de mis talones hay tierra ¿La ven? Bueno, aunque no la vean está aquí, y quizás con esta tierra me atreva a construir una montaña, como las que vengo construyendo a través de toda mi vida, pero ¡Amigos! Yo me pregunto ¿Para qué construir montañas si ya no quedan aventureros ni soñadores que las escalen? Bien, volviendo al tema, hay tierra, ese elemento que se desnuda en polvo, en lo que somos todos, que paradoja, está bajo mis pies y yo realmente querría que estuviese cubriendo mi féretro... también hay fuego, el elemento de la destrucción, pero también de la vida, qué increíble, estoy viviendo en una gran paradoja, pero aquí no hay destino, hasta ahora solo estoy yo y dos elementos de la naturaleza, lo demás es abstracto, destructible, y quizás ilusorio, ja, ilusión, ilusiones, me ilusiono ¿Y vivo?... no, me ilusiono y muero, si, así es la vida, o era, te doy, te quito, la primera te la regalo, la segunda te la vendo, la tercera... ja, no hay tercera en la vida, no hay vida aquí, eso ya lo sé, sólo dos elementos naturales no tan naturales, una luz estúpida y perdida, y abstracciones... ¡Ah! Y creo que también estoy yo, solo, como siempre, como nunca... Amigos míos, o de otro, ya no lo sé, si no sé ni quién soy, en este lugar de nada sirve seguir, ¿Qué quieren que les diga? ¿Qué puedo contar yo? ¿Sueños? si, eso si, porque tengo muchas historias que no le sirven a nadie... Había una vez un... un... un... yo, y una, una luz, como la que veo y no comprendo... amaba a esa luz, no sé por qué mágico misterio empecé a sentir cada vez más fuerte este amor, crecía. Ella, esa luz, tan pequeña, tan frágil, tan bella, tan simple que no podría dañar a nada ni a nadie, era... ...era mi respiración, mi naturaleza muerta, mi todo, y la empecé a amar, y tenía todo el uso de mi razón en ese instante, y dejé todo por acercarme, dejé de pensar en el mundo, dejé de soñar con un futuro para mi para empezar a soñar junto a ella, a mi luz, a mi naturaleza muerta, pero no estaba muerta, era perfecta como una pintura, era un cuadro, allí la vi por primera vez, en un cuadro, si, ahora recuerdo, era igual al cuadro de “Las niñas al piano”, creo que de Gauguín, ¿O de Renoir?... claro, era ella, mi luz, mi naturaleza muerta, ahora me doy cuenta, pero ¿Cuál de las dos niñas era?... No importa... esa niña que me deslumbró, que me enamoró, como la Mancini de Rostand primero me dijo no, y yo le hablé de rosas y de espinas, era una rosa, y yo un vulgar ladrón que fue herido por sus espinas... le hablé de amor y dijo no, le hablé de mi y dijo ¡No!... le hablé, le hablé, le hablé luego de ya haber sufrido antes por ella y dijo... ¡No!... quise besarla pero no lo pude hacer, porque habría dicho ¡No!... le dije que lucharía por su amor y aún así dijo ¡No!... pasó el tiempo, no nos vimos, si nos vimos, luego no nos vimos, y cuando nos volvimos a ver, ese amor que crecía dentro de mi había llegado a los confines de su madurez para ser un monstruo, como el que ahora soy yo, la amaba más, mas, mas... y por fin dijo ¡Si!, y fui feliz, muy feliz, comencé a vivir, para mí y para ella y ya no quería morir, hice concesiones y las adoré, tuve que cambiar y lo amé... Amigos... me amó, esa luz me amó al fin... ... pero los fantasmas del pasado regresaron para matar al amor, como lo han hecho siempre en mi vida, pero no lo mataron en mi, sino en ella, y eso duele más... no quiso verme sufrir y pidió tiempo, pero en este pozo el tiempo no existe, ni el espacio... Einstein estaría muy feliz de estar aquí... Bueno, el resto de la historia, es simple, jamás volvió, jamás... y yo... ¿Qué culpas le puedo echar? Creo que debería estar contento porque alguien en esta vida me amó, aunque sea un pequeño instante, aunque sea sólo para venderme una vana ilusión, aunque sea para darme motivo para seguir... ¿Cómo?... no sé amigos... pero ya sé que es esa luz, esa luz soy yo, renaciendo de las cenizas del dolor como el Fénix, surgiendo de lo que tocó fondo, amigos, en la vida no caemos, sólo tomamos impulso para saltar más alto, hacia el cielo... No... Hacia la próxima montaña que vamos a construir y vamos a escalar con nuestros sueños de seguir, y que alguien, quizás la flecha ardiente del destino, volverá a demoler algún día no tan lejano, y volveremos a caer en el abismo oscuro del dolor y la soledad, pero volveremos a saltar aún más alto, hacia la próxima montaña, y así hasta ser felices, o hasta encontrar finalmente a la muerte, y entonces saltar por encima de toda elevación terrestre y flotar hacia el éter, hacia el cielo, hacia la eternidad, ¡Amor, gracias! ¡Te amo! Y quizás algún día podamos construir juntos otra montaña y comenzar a saltar de a dos, ¡Amor! ¡Amor!... ...El amor, que palabra absurda para comenzar algo, una victoria que sin saberlo se desnuda en el Apocalipsis, una vez dije que no quería construir montañas porque ya no quedan aventureros ni soñadores que las escalen, y así es, pues he construido una montaña con el cimiento del amor... y cayó, he construido la montaña más alta que podría construirse... y cayó, otra vez la aguda flecha del destino se hace fuego en el aire y atraviesa mi cuerpo herido, otra vez estoy parado sobre el filo del abismo y caigo, profundo, a un océano de muerte, otra vez la montaña ante la ira de los dioses, que hoy estoy velando, cae bajo mis pies descalzos, si, como los pies de los muertos, otra vez, por enésima vez la montaña de sueños cae al mar, al abismo de mis emociones, al mar absurdo de mis ideas, al sinfín de mis pensamientos... en resumen, al dolor más profundo de este mundo, otra vez mi cuerpo, mi alma, mi ser, mi todo está en la penúmbrica luz del infierno, donde no sirve ahogar las penas, donde es inútil ocultar el dolor tras una ilusión, otra vez, como dijo el Comandante, otra vez el costillar de Rocinante bajo mis talones, otra vez morir como en los himnos, otra vez Hikmet, “con la pesadumbre de un canto inconcluso”, otra vez... sufrir la soledad, y aquí estoy velando a quien se creyó Dios, viendo el crepúsculo de quien no sufre nada, y como dijo aquel amigo entrañable que jamás he conocido, pero que me acompaña en esta oscuridad terrible, otra vez amante, mas no para su bien, poeta, sin musa a quien amar, navegante aéreo que vuela en un barco pirata del que ni siquiera es capitán, que vuela otra vez con las alas del tiempo tal vez sin saber adónde irá a parar su cuerpo, otra vez juzgado por el pasado que vuelve a condenar la vida sin dar aún la muerte, otra vez anhelar la partida, otra vez ofrendar el alma, otra vez, y ya van tantas... tres ... quisiera, amigos míos, describir el ambiente, pero ni vuestros ojos ni los míos ya reconocen nada humano, nada real, nada abstracto conocido aún, podría decirse que por una vez en la vida soy un visionario, podría decirse que por una vez he visto algo yo solo, podría decirse que por una... que por una... una luz, eso lo reconozco, hay una luz, me mira, la conozco, es un alma, es el alma de alguien, pero como en este lugar no existe tiempo, ni distancia, ni cuerpo, ni cosas palpables, ni sentidos, ninguno de ellos, podría decirse que es un fantasma, pero no, no tengo miedo, podría ser Dios, pero no es esto el cielo, en el cielo no podría yo llorar, como ahora, en el cielo debería reír, debería ser etéreo, debería no sufrir, debería tener alas y volar, volar, volar, volar... debería morir... ... ... Está lejos, es lo único que puedo describir, pero no sé qué es, tengo la esperanza de que sea su mano bajando a este infierno, tengo la esperanza de que tomará alguna parte de mi cuerpo y me hará volver de estos terribles confines de la locura... tengo la esperanza de que tomará, aunque más no sea, un cabello mío y lo aplastará contra su cuerpo, y me dirá ¡Te amo!, tengo la esperanza de volver de este infierno y ser libre, y correr, y vivir, y morir feliz, tengo la esperanza hecha pedazos, tengo... Nada... tengo la certeza de que no lo hará... tengo lágrimas que arden en la penumbra y mueren en el infinito sin saber por qué las lloran, por qué razón recorren el espacio, por qué motivo son tan amargas... ¿Por qué no muero?... ... ...Una luz es tan poco para crear un mundo, una luz es tan efímera como el amor, una luz, podría yo morir por una luz, una luz como la de sus ojos, una luz temible como su adiós, una luz oscura como mis secretos, una luz que quema mis dolores... eso no es una luz, es un sol, pues tanto es mi dolor que toda la luz del universo no podría calmarlo... ... esa luz me intriga tanto que mi cabeza da vueltas, gira en un eje imaginario, ya soporté tres muertes en esto del amor, no, no son tres, son muchas más, todo lo que toco se transforma en algo, todo lo que toco... Dios, ya no quiero tocar más nada en este mundo, todo lo que toco se transforma en una triste canción que me pide que cambie, ese viejo Long Play que nace con mis pecados, con mis cobardías, con mis complejos, con mis verdades y mentiras, ese disco que me repite una y otra vez la misma historia, ese disco es una Remake de mi desgracia, y aquí voy nuevamente, no me gusta la locura, aunque digan que los locos conocen la verdad y no sufren, no me gusta la mentira de esta vida, no me gusta la soledad ni la penumbra, ni esa única luz que veo al final de éste túnel, que espero sea el de la muerte... mis fantasmas ya no están, han partido a morir en soledad y en paz, mi cuerpo es como si no estuviera presente, así que no lo puedo considerar, y mi mente roza los bordes de la locura... pero desde el interior intenta escapar, intenta sanar, intenta cauterizar la herida con ese fuego sagrado del amor, pero el frío del témpano del dolor lo apaga, lo hace humo y lo desvanece en el viento, en el agua... ... hay viento, y llueve, lo siento en alguna parte de mi cuerpo, en algún sector desconocido... Luz, agua y viento, ¿Qué será? ¿Dónde estoy? ¿Será el sulfuroso viento del infierno? No, hay lluvia, es el mar, el viento de mar, y la luz es un barco, en medio de una tormenta, aquí se cierra el ciclo los cuatro elementos han pasado frente a mí, y el fuego muere ante el agua, y el agua en barro transforma a la tierra, y luego el viento seca todo y desata nuevamente el fuego es el ciclo de la vida y la muerte es comienzo y final, es el crepúsculo lo único que queda luego de todo, el crepúsculo es todo, todo... esa luz, aún está allí, es un barco, ¿Será mi Gardenia? El barco de Dios, que viene a rescatarme y a sacarme de esta miseria... ¡No! Es el barco del amor, al fin, pero no está aquí, pasa lejos, navega hacia el corazón de mi amada... ¡Hey! ¡Hey! ¡Díganle que estoy acá! Que la espero, que sufro, díganle que todo lo puedo cambiar, díganle que vuelva, díganle que nada en el mundo se puede comparar a ella, díganle que muero, pero no muero aún y eso es más terrible, díganle que me tire una cuerda... díganle que la amo más allá de toda diferencia, díganle que es toda mi poesía, mi musa, mi Dios, mi arte, mi dolor, mis sueños, mi barco, mi ilusión, mi barco, se va, mi barco, mi ilusión, mi amor, te extraño, mi amor... ¡Díganle!... ¡Díganle que la amo!... díganle que no lo quise hacer, que fue un impulso, como tantas otras veces... Díganle que su sangre tiene colores extraños para mí, díganle que no soporto a mi conciencia, que no se preocupe, que Dios me va a castigar, díganle que fue un acto de amor que me comprenda, que el amor a veces tiene que morir para ser eterno, que me entienda, díganle que la amo y que la voy a amar aún desde el infierno... díganle este barco ya naufragó, díganle que no sufra, que yo cargo con todo su dolor, díganle, que no vuelvo, que la locura me venció... Díganle... díganle... Adiós.

Mil veces perdón

Amor, voy a tratar de ser lo más sincero posible, y escribir lo más bello que pueda en esta noche, tu conciencia se lo merece, tu futuro que yo no permití se lo merece, tu nombre que da vueltas en mi mente se lo merece, tu alma inocente se lo merece también. El que no merece tal belleza soy yo, el cruel, el terrible, el doliente, y con justa razón, con harta culpa, con penar eterno... las lágrimas quizás nublen mi visión, y no sepa por donde vaya mi pluma, esta pluma que hoy esgrimo contra el papel como un arma para calmar el dolor, pluma que me recuerda el estiletazo en tu contra, sin saber por qué lo hice, me recuerda que en la balanza de mis pecados sos el más grande de todos, y el más pequeño... quisiera adivinar tus deseos, tus sueños, tus mínimos gestos, te sueño, y te imagino a mi lado, te sueño y te sigo mintiendo, sin conocerte te extraño, sin verte te tengo a mi lado, y espero me perdone Dios algún día... así que, mi amor, uno de tantos, a los que tanto mal les hice, quiero que sepas mi dolor, mi culpa, y quiero que sepas que mil veces soñé con volver el tiempo atrás y patear esa puerta, y golpear a quien te haría ese daño supremo, y tomar entre mis brazos a esas dos personas que eran una, y correr, correr, correr fuera del mundo si fuera posible, donde las habladurías, los compromisos, las críticas ladinas, los otros hijos, los otros amantes, lo material, el trabajo, la condición social, la plata, los autos, todo lo efímero para mí en este momento desapareciera, y sólo hubiéramos podido ser los tres solos en el universo todo, sin prejuicios, sin voces extrañas que digan lo que hacer, sin nada más que vos, tu madre y yo... perdón por la ignorancia, perdón por saber y no obrar, perdón por traicionar mis ideales, perdón por mutilarte, perdón por no pensar en vos, perdón por mi idiotez, por mi cobardía... perdón por hacer caso a esta sociedad absurda, perdón por este acto inhumano de matar a la propia entraña, perdón por no morir en tu lugar, perdón por no morir ahora y no acompañar a tu almita simple, inocente, dulce, amable, llena de justicia, de verdad... perdón por no conocer tu cuerpito flagelado, perdón por no sangrar tu sangre, perdón mil veces por no permitirte la vida, perdón por estar ciego, perdón por mi sordera conveniente, perdón por mi silencio cobarde, perdón por no pensar, o por pensar demasiado... si yo pudiera, ahora mismo, te entregaría mi corazón para que lata el tuyo, te entregaría mi cuerpo para salvar tu cuerpo, te entregaría mi voz para que grites tu dolor, te regalo mis manos, eso si te lo puedo dar, una, para escribas mi epitafio, y la otra para que me castigues a tu parecer, y te entrego mi alma para que la envíes al infierno, y nuevamente te pido perdón, por no poder, por no querer, por no hacer lo que mi corazón dictaba, y no la culpes a ella, sino a mí, porque yo consumo su culpa... perdón, hijo mío, de corazón, perdón por ser humano y no saber.

Che, Jesús

La noche oscura cubre la ciudad, una metrópoli que se cae sobre los hombros de la gente, con su cemento aplasta las miserias y deja en los recuerdos la fuerza de los pueblos...
Allí esta el sufrido hombre de barbas grises por el tiempo, cubierto de mundo y de calle, con tan solo un manto aireado, un negro cielo a sus espaldas y un libro, el libro de sus miserias, el libro de sus historias, el libro, su vida entera...
El cuerpo arrastra por la senda de la incertidumbre, pensando en el próximo minuto que le tocará vivir, descubre en los ojos de la gente la desesperación y el desarraigo, pero también le duele ver la miseria interna, peor que la externa en estos días...
Piensa, si, piensa que él es libre, pero sus entrañas le dicen que la libertad es solo para los poderosos, para los gigantes devoradores de pueblos...
Es el único ser que ve la destrucción del planeta, que sufre con las pequeñas cosas y no escucha nada mas que el llanto de las ciudades que transita con sus pies descalzos y sus nubes de dolor...
No tiene alma, ni siquiera cuerpo, sus entrañas se ven a través de sus ropas rasgadas y eternas...
Sufre la soledad de todo hombre y la sufre en su eternidad, a través del duro destino se lamenta de su obra, trata de renegar la verdad y creer que todo es irreal, que es la cruel pesadilla del ser humano, o es el castigo por jugar a Dios mortal...
Enmarañados sus cabellos desafían al viento, al sol, y al tiempo que sanará sus heridas...
Sus manos tienen la ley de Dios, y sus pies sangran por el sinuoso camino hacia la eterna salvación...
No es el Cristo redentor, es solo el alma de un guerrero que aun no puede llagar el paraíso, porque su obra aun esta en pie, es el alma de los pueblos, es conciencia entre las nubes, es quien nunca será un santo, pero santificado es, es orgullo y es verdad, es bravura entre la lluvia que golpea el suelo con su furia, con su espíritu, con su fusil libertador...