jueves, 23 de noviembre de 2006

Soñar tus ojos

Parece ser que el frío de éste momento en el que me atrevo a escribir me aleja de vos, y en él se baten a duelo mis ansias y mi soledad, las primeras empujadas por un mágico deseo que nace con el día, y la segunda, y más terrible, se desvela en la noche con la luna que intenta mostrar un camino de penumbras, el cálido resplandor de éste triste astro ilumina esta velada de pesares, tan míos, y confluye en un sendero que se ha convertido en plegaria vana, aquel marco de luz tenue, me lleva a soñar y en los sueños veo un camino, un camino que ambos transitamos, pero que yo sufro, y vago en ese sendero trágico y letal, con retoños de primavera que han fallecido ante el frío invierno, con rosas rojas que han perdido su perfume y su pasión en marchitas ilusiones.
Aún cuando intente burlar al desdeñoso destino de las almas, no puedo encontrar a aquellos amantes que en mis sueños caminan a mis espaldas, esas sombras que comparten paso a paso sus pisadas, que se menean en lo profundo de la noche, en la oscuridad, sombras que son voz y canto, cuerpo y alma, vos y yo... y aún cuando fueran amor oscilan y se balancean en esa horrible línea que todo lo divide... la del silencio.
Cuando caigo en tus ojos abatido, ya sin fuerzas, mi cuerpo entero muere, y escapa al cielo a robarle una estrella al eterno Dios, y a rogarle por tu amor. Pero a veces, en el frío de los días veo esos ojos, esos mismos ojos, y vuelvo a renacer, y veo lágrimas alegres, y gotas secas en los míos, una tierna tristeza, y una veta de alegrías, mis ojos secos ya no saben si mirar, pues hay días en los que en ellos navego, me ahogo en océanos de dudas y a la deriva transito éste amor fatal, al legar al horizonte, allí, donde lo bello es mas bello, y lo sutil se vuelve eterno, caigo al vacío de tus sentimientos, a un mar helado de respuestas, y naufrago ante el muro que rodea tu morada, y nuevamente muero, sin morir, yo muero... entonces mis ojos cierran sus ventanas, la puerta de mis sentimientos, y detiene el cabalgar mi corazón, pues en esos ojos, mil veces, muero.
Dicen que empezando a amar se está comenzando a morir, y así es, pero es una muerte única, es una muerte apetecible, que nos lleva más allá de nosotros mismos y nos transforma en vida, el amor nos hace vulnerables, pero nos hace fuertes, entonces, ¿Qué más resta decir sobre el amor? Nada más, pues amo desde el aire que respiras hasta el suelo que vas pisando, desde el sueño que imaginas hasta tu dolor y tu llanto, amo el tierno pesar de ésta tristeza mía que se oculta, hasta el suspiro que mi cobardía no me deja expresar, y así amo, y quizás más, ¿Pero hasta dónde? No lo sé, quizás cien vidas no bastasen para expresarlo, quizás no haya palabras que esgrimir al viento, quizás no exista nada comparado a este amor, ¿Cómo expresarlo? ¿Podría acaso solamente lanzarlo al viento y que la flecha milagrosa de algún cupido lo arrebate en el firmamento y lo lleve hasta tu corazón?... imposible, ¿Podría yo jurarte mi amor viendo tus ojos quemando mis entrañas?... demasiado arriesgado, ¿podría yo escribirlo en un pétalo de rosa y enviarlo?... no, sería un crimen mutilar la belleza de una rosa para una causa vana, así como se mutilaría quizás tu belleza con la presencia de tu brutalidad, ¿Podría decírselo a los pájaros, a los árboles, a la lluvia, al mundo entero?... no, pues este mundo al que llamamos casa es un aquelarre de mentiras y verdades que se sumen en dolor y nos hacen sentir miedo y nos llevan al silencio, a un ensordecedor lecho de silencio en el que busco el amor a tientas, en el que sueño con tu amor a ciegas, donde sólo resta decir que amo, más allá de los duros arrebatos del destino, a la belleza misma hecha cuerpo, donde solo resta decir esas palabras tan terribles, esas que expresan lo que siento... pues... te amo.

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