jueves, 23 de noviembre de 2006

El Ruiseñor

En una tarde asoleada y bella, frente a un acaudalado río de sueños y pensamientos que vertía en la tierra sus fauces lloronas y misteriosas, se encontraba un poeta, uno de esos magníficos cantores de la vida, un poeta bello en su rima y suave en su corazón. En medio de una hierba verde y pura que le azotaba casi violentamente los pies trataba de componer la rima a su amada, a esa musa que el sol intentaba palidecer, las sombras trataban de ocultar, y los pájaros cantaban por su humanidad. Él como siempre se preguntaba: ¿Acaso es ella la que me ama? ¿Acaso la justa verdad es enemiga del destino?, y repetía sus rimas sin poder hacerlas rimar, sin convicción en sus letras, ni en sus versos. Cuando caía la noche en éste lugar a un costado del paraíso, a un lado del edén de la discordia, él soñaba y volaba con los pájaros alegres, los ruiseñores de su pensamiento flotaban en las aguas cristalinas del cielo, pintando con sus alas, invisibles al volar, las bellas y esplendorosas nubes, los hogares de los ángeles, esos alados mensajeros del Señor, y el Señor, allí en lo alto lo observaba y adoraba esos pinceles pensativos que su cielo adornaban, y lo amaba, no sólo por sus pensamientos, no sólo por ser hijo del cielo, sino que adoraba su soledad, esa que moraba dentro de él, pues al mundo sólo daba belleza, poesía, y armonía celestial.
El poeta en sus tardes asoleadas y en sus noches desdichadas pintaba un cielo, pintaba cielos, pintaba eternos pensamientos, con un fondo azul y negro, pues su suave corazón anhelaba un destierro, un cambio hacia lo eterno, y pintaba en todo el éter con pinceles de oro y tiempo, con los brazos de un futuro y los sueños de ese cielo. El señor asombrado miraba con recelo al poeta y llenaba su etéreo corazón de una culpa de otro tiempo, pues el dios a su lado en su cielo, entre ángeles y santos, entre nubes y misterios, contenía lo más bello, lo más puro de su tiempo, el amor de ese poeta que en el río suspiraba, lo tenía el Dios del cielo, y entre arpas, coros, tiempos tenía al ángel de los sueños, ángel que los ruiseñores no podrían dibujar, pues belleza tan profunda hace a los dioses amar.
Una tarde, o una noche, en medio de ese edén, el poeta alzó sus ojos y en el cielo vió un destello, pues sintió en ese momento unos ojos en su cuerpo, era el dios su único dueño, que bajaba de su cetro y con piel de ruiseñor dibujó de un cuerpo un cuerpo, tomó el agua cristalina del río de los pensamientos, para hacer un cuerpo hermoso que luego modeló el viento, del poeta un sentimiento, de la tierra un corazón, de los árboles el tiempo y del hombre la razón, los cabellos oro negro, rojo fuego la pasión, una luna fue su verso y su alma un ruiseñor.

1 comentario:

Erick Guiomar dijo...

Hola, me encantó tu prosa. ¿Estará en los sospechosos de Editorial Kala verdad?, suerte.